martes, 12 de enero de 2016

El sinsentido común

Es curioso como lo que hemos llamado toda la vida sentido común ha dejado de serlo. Vemos como ese punto en el que todos nos encontrábamos conectados, regido por normas supraterrenales ha quedado diluido en un mar de diversidad. Lo que en ocasiones resulta positivo puede llegar a ser exterminador en otros casos.

Tomemos por un momento cuando escuchamos “es de sentido común” para luego dar paso a una variopinta retahíla de comentarios que demuestran que ahora ya no existe lo común. Ni tan siquiera en verdades universales como son los derechos humanos.  Es algo así como la obsolescencia programada del ser humano. Existimos el tiempo justo hasta que nos estropeamos.

¡Bendita inocencia!

Siempre ha habido guerras, batallas, luchas, de toda índole, pero era muestra de cortesía, aún en estos casos, establecer una reglas: la protección de mujeres y niños (¡qué ningún hombre ni mujer se me ofenda, por favor!) como símbolo de la creencia en el ser humano, en su perdurabilidad, en sus posibilidades.

Todo ello se viene abajo, ahora, donde nadie respeta nada ni a nadie. Donde la infancia está pasando por momentos infrahumanos, demasiado adultos para ser posibles, demasiado reales y crudos para posibilitar hasta soñar.
Soñaron que su vida podría ser muy diferente al infierno que están viviendo. Pero ahora, la vida, ha matado ese sueño… (Les Miserables)
Me hago eco de esta causa y solo quiero imprimir en los lectores un poquito de sensibilidad, de conciencia. Aquella por la que todos luchamos de palabra diariamente pero que nos falta el impulso para llevarlo a cabo. Tienen que llegar personas entregadas para revelarnos la necesidad de participar, de implicarnos y de hacernos ver que hay momentos donde nuestra ayuda puede ser vital, literalmente.

Si cabe, hagamos un ejercicio retrospectivo, recesivo diría yo, casi hipnótico para concienciarnos.
Desde mi ser, desde lo que soy ahora, como madre me retraigo al pasado en un diálogo conmigo misma, con mi conciencia inconsciente:

- ¿Qué recuerda de ayer señora?

- Bueno, ayer fue un día normal, como otro cualquiera. Colegios, trabajo, casa…

- Vaya un poco más hacia atrás en su memoria, ¿qué recuerda del año pasado?

- Fue un buen año. Muchos proyectos, muchas ilusiones, los niños creciendo, la salud de todos bien…

- Sigamos descendiendo hacia el pasado, ¿y su adolescencia?

- Muchas salidas, muchos amigos, mucho tiempo en la calle y poco en casa. Estudios y ganas de comerme el mundo. ¡Qué tiempos!

- ¿Y su niñez?

-Recuerdo poco, algunos momentos muy marcados y positivos o como poco diferentes... Supongo que eso es que todo fue bien.

- Ahora imagine  que nace de nuevo, pero su entorno es diferente. El azar de la vida hace que esté en Siria, sí, ahora todo es diferente. Vuelva a recapacitar cada una de las preguntas. Imagine que ha llegado de nuevo a ser madre, pero claro ahora sus preocupaciones han cambiado. Ya nada de colegio, trabajo y casa. Ahora lo esencial es sobrevivir, dar comida a sus hijos en una zona donde solo hay desolación, mantenerles vivos a pesar de que en ocasiones son ellos los que tiran adelante, trabajando, siendo explotados y masacrados.  

Ahora, en ese estado caprichoso del destino, recuerde que algunos luchan cada día por despertar a un nuevo día.

EMPATIZAR

 Esa es la palabra clave.

Con este breve ejercicio espero que se sienta el dolor, la desesperanza, la angustia de esa madre que está en Siria y que se encuentra impotente en un mundo que le ha venido dado. Así, sin recursos, sin ayuda y donde todos se pegan por cosas que ella ni conoce ni le importan,  porque ella solo ve a sus niños, su familia, luchando por despertar de un mal sueño.

Ya lo decía Aerosmith en los 90, algo le sucede al mundo, tiene ojos pero no ve, estábamos al límite y definitivamente hemos caído.

Algo está mal en el mundo y YA no podemos seguir esperando.

ELLOS, tampoco.